Por Karelia Espinoza Tartaret*
“Yo sólo se que no se” Sócrates
Diálogo, conversación, sentido común, cotidianidad, subjetividad… palabras que los positivistas de comienzos del siglo XIX jamás hubiesen pronunciado ni aceptado dentro de los procedimientos investigativos. La investigación y el método científico que deriva de Comte, y que de las ciencias naturales lo hemos ajustado a las ciencias sociales, se convirtió como afirma Gadamer (1977) en “un gran monólogo”, ya que se pretendía reducir la realidad a una sola para todos, partiendo como lo dijo Arnold-Cathalifaud (2004) de “un ámbito objetivo de observación”.
Si las sociedades son cada vez más dialógicas (Alonso y Saso, 2005) ¿por qué el ámbito científico no iba a dejar que ese tejido de redes sociales de información influyera en sus métodos? Sería absurdo que luego de las “revoluciones científicas” de Kuhn, los paradigmas metodológicos fuesen estáticos para nosotros los involucrados. La investigación científica bajo el enfoque dialógico, es decir, aquel que parte del diálogo y la interpretación de la realidad, contextualiza las actuaciones de los participantes generando nuevas fuentes de información y conocimiento a través de las relaciones e interacción entre estos y el objeto.
El enfoque dialógico no es nuevo, La mayéutica de Sócrates, filósofo griego que conocemos gracias a los escritos de otros filósofos como Zenofonte, Aristófanes y Platón, partía del diálogo entre iguales para que el hombre a través de éste pudiese reconocer lo que ignoraba y así poder lograr que aflorara el conocimiento. Lo dirían siglos más tarde, Habermas y Freire, al referirse a la acción comunicativa y al diálogo como elementos claves en la construcción del conocimiento y como los principales instrumento de transformación social (Op. cit. 2005)
El enfoque dialógico nos permite vernos a la cara y reconocernos como seres libres en igualdad de condiciones a pesar de nuestras diferencias. Frente a una situación problemática, que dejará de serlo cuando a través del diálogo la dotemos de un significado común, podemos en conjunto encontrar soluciones y lograr su transformación. Ésta es una acción colectiva, colaborativa y consensuada que humaniza el proceso investigativo y nos hace parte de éste de una manera ya no contemplativa sino interactiva.
La implementación de este enfoque no se puede decretar, su implementación tiene que ir de la mano de la educación, el diálogo tiene que verse como un proceso de aprendizaje. Los profesores y docentes son parte importante de esta dimensión dialógica, ya que son estos, como guías, tutores u orientadores, los que llevan de la mano a los estudiantes hacia la resolución de problemas que concretarán los cambios sociales.
La imposición de contenidos es el mayor obstáculo que tiene el diálogo educativo, Pedro Rivas (2005), investigador y profesor, reflexionando sobre la concepción pedagógica de las matemáticas desde una perspectiva positivista expone que “la cultura escolar evoca permanentemente a un profesor entronizado en sus monólogos con el pizarrón y su tiza, demostraciones para él y nadie más, ignorando a los niños y adolescentes que solo le ven en sus demostraciones matemática su espalda, la nuca y los tacones de sus zapatos. En su discurso de aula, el número, el símbolo y el problema no tienen contextos comunicacionales, convirtiéndose en enseñanza sin diálogo, suerte de la disertación monacal profesoral”. En este caso el proceso que se lleva a cabo, aunque transmite algunos significados y puede así considerarse como “acto comunicativo”, no necesariamente es un acto educativo ya que no asume una forma dialógica, que es según Freire la única forma de pasar de la comunicación a la educación, porque para esto es necesario una conversación entre iguales que participen en la construcción de una realidad compartida proveniente de la significación que acordaron darle, es decir, usando palabras del mismo Freire “nadie educa a nadie, nadie aprende solo sino que lo hacemos en comunión con el mundo”.
Al estar conscientes de estos procesos nos encontramos con un problema ya mencionado “la imposición de los contenidos” y yendo más allá, la imposición de la manera en que debemos ver al mundo. Estas maneras, son inculcadas en la educación escolar que se vincula con los sistemas axiológicos sociales impuestos a través de las relaciones de poder. Planteado lo anterior nos podemos preguntar ¿Quién valida el saber? Y podemos responder según Freire, que el que lo valida es el poder dominante y dirigente que le impone al dominado la simbología con la que debe leer al mundo.
Entonces la educación desde una dimensión dialógica debe concebirse como una estrategia democrática con la que planificaremos el aprendizaje, para que no perdamos la directividad educativa. La resolución de problemas se transmite por el uso y la construcción y transformación colectiva de los significados y no por el uso solitario de las maneras que impone un centro de poder. No podemos legitimar, así como lo hizo el positivismo del siglo XIX, la exclusión de nuevas maneras, ideas o procedimientos.
Nos apropiamos de nuestros propios significados, de nuestra palabra y la compartimos a través del diálogo con nuestros estudiantes o con otros sujetos. Asumimos la educación y a la investigación como una tarea colectiva entre iguales que conservan sus diferencias y que tienen una tarea en común, transformar al mundo.
*Politóloga UCV – Profesora Universitaria UFT
Referencias
Gadamer, H.G. (1977) Verdad y método: fundamentos de una hermenéutica filosófica. Sígueme, Salamanca.
Arnold-Cathalifaud, Marcelo (2004) La construcción del conocimiento. Fundamentos epistemológicos del constructivismo sociopoiético.Lima, Perú: Investigaciones Sociales AÑO VIII N° 12, pp. 271-287.
Rivas, Pedro (2005) La educación matemática como factos de deserción escolar y exclusión social. Mérida, Venezuela: EDUCERE AÑO 9 N° 29, pp. 165-170.
Bibliografía
(S. F.) Una propuesta educativa centrada en el diálogo. La pedagogía dialógica. Foro Paulo Freire: Autor
Brezinski, C (1993) La formación del investigador. Madrid: Siglo XXI, pp. 3-42.
Copello, María (2005) “Diarios” y “Artículo” en la práctica docente del profesor/a de biología. Brasil: Enseñanza de las Ciencias, Número extra. VII Congreso, pp. 1-6